(Semestral - Febrero 2018) |
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¿ Tiene Venezuela futuro ?
La toma de posición de Nuevo Curso sobre el Venezuela es notable porque da un histórico rápido del desarrollo capitalista muy particular de este país hasta nuestros días. Aniquila de un punto de vista marxista profundo y argumentado la mistificación sobre el chavismo mantenida por todas formas de izquierdismo por el mundo. Que sepamos, ni la sección venezolana de la CCI, tampoco la del PCInt – Programa comunista, habían realizado tal trabajo.
Una sola interrogación, incluso par nosotros mismos ya que nuestras posiciones de base pueden llevar a defender el mismo punto de vista : « Venezuela es la triste demostración de la imposibilidad de un desarrollo independiente del capitalismo nacional en la era imperialista ». ¿ Qué sucede con China o aún India estos últimos veinte años ? No tenemos dificultad para reconocer con humildad que, por nuestra parte, no tenemos de repuesta por el momento. Pues, por debatir y clarificar...
¿ Tiene Venezuela futuro ? (Nuevo Curso)
La Historia de Venezuela como país independiente puede verse claramente en el gráfico de la derecha [abajo]. La independencia no fue protagonizada por una burguesía ansiosa por crear un mercado interno a través de una liberación nacional. Fue en realidad el resultado de una alianza entre el capitalismo británico de la época -ese sí ansioso por abrir mercados exteriores- y las clases agrarias generadas por la monarquía hispánica. Lejos de desarrollarse un capitalismo explosivo, la historia del primer siglo de independencia venezolana es la de la decadencia del viejo modo de producción, acrecentada por las nuevas fronteras y la dependencia financiera de los británicos… Hasta que en los años 20, Venezuela entra en la esfera del imperialismo norteamericano como proveedor petrolero. En ese momento su economía pasa a depender de los ciclos de demanda -expansión del automóvil en EEUU, guerras mundiales, crisis, etc.- y los precios petroleros -con todas sus derivas especulativas.
En general en los países periféricos, débiles en el mercado mundial, el capitalismo de estado sirvió para alinear a las viejas clases agrarias en el proyecto exportador, pero también, para crear un cierto capital nacional que, subvencionado por el sector exportador y protegido mediante aranceles, desarrollara el mercado interno. Esos fueron los «años dorados» latinoamericanos. En 1948 Perón inaugura la primera autopista argentina, de la capital al aeropuerto; en 1953 Pérez Jiménez la venezolana de la capital… al aeropuerto. En 1953, meses antes del suicidio de Getulio Vargas se inaugura la primera autopista brasileña, de Sao Paulo a Campinas, sede del primer aeropuerto de la capital económica del país. No es casualidad, son símbolos de un modelo estructuralmente similar. ¿Qué mercancía viaja en aviones intercontinentales en los años 50? Si los ferrocarriles ingleses de principios de siglo unían las materias primas del interior a los barcos británicos, las primeras autopistas unen las capitales sudamericanas al nuevo tipo de puertos en el que arriba el capital financiero internacional.
El modelo encuentra su techo en prácticamente todo el continente durante la segunda mitad de los cincuenta, cuando se estanquen las exportaciones. El golpe definitivo vendrá con el fin de la reconstrucción de los países centrales del capitalismo a finales de los sesenta. El peso del petróleo y la subida de precios impuesta por la OPEP en el 73 enmascararán al principio las deficiencias de un capitalismo que había tenido una miserable tasa de capitalización del 17%, pero la verdad es que, como vemos en la gráfica de la derecha, la productividad del trabajo estaba ya cayendo… y no ha dejado de hacerlo desde entonces. La razón: el valor realizable se crea en el sector petrolero y se distribuye en el resto de la economía. Por eso la relación entre el trabajo nuevo empleado y el valor creado por él, ya había descendido al final de la vida de Chávez en un 40% desde 1957. No es una cuestión de gobiernos ni de ideologías : la productividad del trabajo en Venezuela cae desde la segunda mitad de los cincuenta. No hay posibilidad material de un desarollo material capitalista independiente en los países periféricos. Es sencillamente la constatación de uno de los principales aportes de Rosa Luxemburgo: en la era imperialista no hay posibilidad de un desarrollo capitalista nacional. Incapaz de producir más valor por trabajador, el estado venezolano intentará mantener la cohesión social aumentando la masa empleada a la que, de otra manera, no tendría dónde colocar. Es el «modelo rentista» que azuza la dependencia de los precios del petróleo hasta el límite.
Tras el fin del modelo de desarrollo de los 50, los beneficios y la tasa de explotación comienzan a caer a ritmo casi constante. Es eso lo que explica el famoso «giro neoliberal» a partir de la devaluación del bolivar en 1983. Bajo las recetas del FMI el capital venezolano recupera rentabilidad hasta finales de los noventa. El estancamiento del beneficio alimenta la crisis política, propiciando un cambio de discurso y organización interna. En 1999 llega Chávez al poder. Mirad las tasas de explotación a partir de ese año en el gráfico de la derecha. El «chavismo» se hará famoso por su retórica y por algunos proyectos «sociales», pero sobrevivirá hasta ahora por dar una salida al capital nacional. Su lucha contra los sectores anclados en el viejo e insostenile modelo, la llamada «revolución bolivariana», se saldará a su favor precisamente por eso. A la hora de la verdad, en el golpe de estado de 2002, la pequeña burguesía y una parte fundamental de la burguesía de estado venezolana, se decantarán por «el Comandante» porque ya veía resultados al cambio de política. A partir de ahí, la reorganización del aparato del estado y sobre todo de PDVSA, consolidará una facción propia en el capital nacional, una boliburguesía característicamente chavista que será el soporte del régimen durante todos estos años. Paradojicamente, como se ven en el gráfico, la propia reorganización que siguió al golpe de 2002, tendrá costes para el capital al desorganizar la explotación petrolera, ahuyentando a aquella parte de la pequeña burguesía ligada a los aspectos técnicos de la producción.
El “ cambio ” que consolidó al chavismo fue la recuperación, por primera vez desde los 50, de la tasa de beneficio del capital, que acompañó a la redistribución de rentas en contra del trabajo.
El chavismo, movido por las propias facciones del capitalismo de estado que había fortalecido e incluso creado, redobló la apuesta por la centralidad del petróleo como único motor viable de la economía nacional.
El sector exportador no petrolero reptó moribundo y la cohesión social se intentó garantizar con una mezcla de rentas directas a los sectores excluidos de una producción que no sabía cómo absorberles de forma productiva y un autoritarismo creciente.
Pero desde el punto de vista del capital, es decir su rentabilidad, el modelo sigue funcionando con resultados óptimos mientras suben los precios petroleros.
Cuando a escasos 15 meses de la muerte de Chávez, en junio de 2014 se desploman los precios internacionales del petróleo, el régimen no puede sino colapsar, incapaz de mantener la cohesión básica en el interior de las distintas facciones burguesas y cada vez con más miedo ante una revuelta social. En 2015 el chavismo pierde las elecciones parlamentarias. Inicia entonces una batalla política cada vez más violenta entre los dos polos políticos de la burguesía venezolana -chavismo y oposición- que alcanzará su cenit en el verano de 2017. La batalla se saldará con una victoria oficialista y la consolidación del poder de una «Asamblea Nacional Constituyente» (ANC) representativa de todas las familias del chavismo con poderes dictatoriales.
El model “ chavista ” de capitalismo de estado exacerbó la dependencia de los precios internacionales del petróleo. Tras la caída de 2014 vendría la guerra abierta entre sectores de la burguesía y el colapso de los servicios básicos.
La estrategia de Maduro y la ANC se centró hasta ahora en salvar de la quiebra al estado a cambio de reforzar su dependencia de los capitales rusos y chinos. Una de sus primeras medidas fue modificar la «Ley Orgánica de Hidrocarburos» para eliminar el mínimo del 50% de participación estatal en proyectos mixtos. Esta privatización encubierta de PDVSA, cuyo cuerpo central está ya muy descapitalizado, era la exigencia básica de Rosneft (unión del capital ruso y British Petroleum) para entrar en la cuenca del Orinoco. La privatización se ha hecho extensiva después a toda la minería, atendiendo a las demandas chinas.
Esta línea produce conflictos crecientes dentro del propio chavismo y aunque sortee la quiebra del estado, no parece capaz de evitar la profundización del colapso económico ni de la descomposición social. Todo lo que el estado intenta para recomponerse, como aumentar los precios del combustible, agrava aun más la pauperización de trabajadores y clases medias y enajena a su propia base clientelar. Por eso sus medidas son aparentemente contradictorias: liberar presos de la oposición pero nacionalizar grupos de capital adversos, racionar el combustible y subir el salario mínimo un 40% (aunque la inflación acumulada de 2017 haya sido del 2.735%)…
Lo que ha mostrado la «crisis del pernil» no es solo el cero crédito del que disponen las agencias venezolanas en el exterior, sino la extrema fragilidad de una gran parte de la población que vive en el desespero y a las que la fuerza armada no sabe contener ni para repartir alimentos.
Estas navidades en Venezuela han sido las de todas las carencias: carencia de comida y abatecimiento, carencia de cash para poder pagar en las tiendas, carencia de servicios básicos y hasta de abastecimiento en los hospitales. La descomposición social es ya salvaje. En 2017 Venezuela contabilizó más de 26.000 asesinatos casi un 70% más que el total de bajas de todas las guerras yugoslavas de los 90 juntas. Cuatro de las ciudades más violentas y peligrosas del mundo están en Venezuela…
En la Venezuela de hoy, el hambre campa por sus respetos, la sanidad no tiene abastecimientos, colapsan los servicios básicos y el número de asesinados en 2017 supera en un 70 % al de las víctimas de todas las guerras yugoslavas de los 90. ¿seguimos?
¿Tiene algún futuro Venezuela?
Venezuela es la triste demostración de la imposibilidad de un desarrollo independiente del capitalismo nacional en la era imperialista; la refutación material de toda la argumentación a favor de la «liberación nacional» en la periferia del mercado mundial y la negación por los hechos de las ilusiones desarrollistas del capitalismo de estado que nos vendieron durante décadas como «socialismo».
Hoy por hoy el capitalismo en Venezuela no tiene otro camino por delante que la descomposición social, las migraciones masivas y el desarrollo autoritario del estado. La perspectiva del capitalismo en el país es la de un nuevo estado fallido y dependiente de éste o aquel imperialismo. Para los trabajadores venezolanos el único camino es desarrollar su lucha al margen de chavistas, antichavistas y cualquier otra facción burguesa, plantar cara por ellos mismos como están haciendo los trabajadores kurdos e iraníes y aprender y fortalecerse en el enfrentamiento. Enfrentamiento que si sigue en la lógica de la nación, de la patria, de lo venezolano, incluso de la «patria grande latinoamericana»… está condenado a ser derrotado una y otra vez. Entre otras muchas cosas porque «la nación», la imposibilidad misma de un proyecto nacional en las fechas que corren, es el origen del problema, lo opuesto a su solución, la barrera a ser derribada. Para poder enfrentar a la descomposición y a los que siguen parasitando en ella, hay que salir de la cárcel del nacionalismo.